Nuestra relación con el pasado precisa de intermediarios. El más frecuente y democrático es la memoria: todos los seres humanos disponen de ella y una gran mayoría incluso la aprovecha. Además de esto, otras personas, las menos, recurren a diferentes materiales disponibles para identificar y rememorar. Son siempre recursos mediados, manipulados, interpretados por el otro, por alguien cuya subjetividad es inherente pero no necesariamente asumida. Estos documentos constituyen el soporte de la historia, el instrumento más logrado que la humanidad ha pergeñado para sistematizar nuestra comprensión del paso del tiempo.
La ciudad, fenómeno fundamental de la civilización, actúa
como acumulador de estas experiencias, interpretaciones y hechos, siempre
subjetivos, nunca ocurridos íntegramente como alguien los recuerda. En nuestra
relación con lo pasado, en particular con el contexto físico de las ciudades
históricas, la irracionalidad nos hace caer en las trampas de la memoria. La
memoria nos tiende trampas mediante una doble manipulación: la selección
inconsciente que realiza nuestra memoria, cribando nuestros recuerdos personales,
y la historia como transmisora mediatizada de la información, que la
interpreta, la tamiza y la adecua a los intereses particulares. Esta doble
subjetividad ligada a la percepción individual sólo puede resolverse aplicando
métodos de análisis y comparación científicos, baremos que se encomiendan a la
razón como la mejor oportunidad de clasificar y comprender, en una búsqueda
condenada de la anhelada e inalcanzable verdad.
Cuando se denuncia el impacto de lo nuevo, o las agresiones
de la arquitectura contemporánea sobre el patrimonio de la ciudad histórica,
estamos en presencia de habitantes engañados, víctimas de los subterfugios de
la memoria, mal llamada colectiva, pues ésta nunca lo es. Su historia, sus
recuerdos, sus selecciones, sus censuras, sus intereses les empujan a creer que
“Sevilla es un escenario dieciochesco”, simplificando con ello su esencia
basada en la complejidad y superposición de tiempos y estilos. El galopante
proceso de tematización de los centros históricos, convertidos en parques de
arquitectura potemkim de cartón piedra, se nutre de estas aberraciones mentales
y convierte el tiempo pasado de la ciudad en una delirante y banal imagen
congelada de sí misma, caricatura inerte, cuyos defensores, enarbolando
banderas de cruzados del patrimonio, enfrentan irracionalmente a la
arquitectura de su tiempo, convertida en peligrosa amenaza del city-marketing.
Comentarios
Descalza: Y de la razón
Todas las ciudades son posibles, la nuestra es aquella que
recordamos. La ciudad se presenta como paradigma de la interacción de múltiples
aspectos, donde la razón y los sueños pueden coexistir sin exclusiones. La
búsqueda de lo inmaterial, en una ciudad en constante cambio, invita a la
interpretación de lo temporal a través del arte, frente a lo estereotipado de
lo físico y material de la ciudad políticamente correcta.
Telémaco: Contemporaneidad virtuosa
Lo antiguo que sea antiguo, lo nuevo que lo parezca.
Rememorar estilos desfasados en plena contemporaneidad a muchos nos produce
estupor; es confuso y peligroso. De la masacre salvaje, de los centros
históricos en los pasados años 60-70, hemos pasado a un conservadurismo
recalcitrante. ¿LA VIRTUD RADICA EN EL JUSTO MEDIO? A propósito de Sevilla, no
(?) es necesario diseminar “SETAS” por doquier, pero éstas están
convenientemente situadas en el entorno.
Julián: Embalsamamiento urbano
Qué importante es el tema de la utilización selectiva de los
momentos históricos y arquitectónicos en función de la market-abilidad de la
ciudad o de su cultura; qué memorias se truncan, esconden o olvidan en favor de
la creación de una realidad enfocada hacia el perfeccionamiento de una imagen
fácilmente digestible? El embalsamamiento urbano no es una estrategia
sostenible para la creación de una ciudad en la cual todas las generaciones se
sientan igualmente representadas.
Vic: Las trampas de la memoria
La historia tal como es, es el espejo del poder.
Subjetividades no existen, los hechos pueden ser deformados, manipulados y
tergiversados. Las logias con nobles objetivos espirituales, convertidas en
nauseabundos grupos de facinerosos ávidos de codicia y su consorte, el poder.
Vale decir, la historia del poder da poder a sus actores
circunstanciales en los hechos. El verdadero hecho es el poder que narra. Las
verdaderas ruinas, son el poder en ruinas.
Para más información: http://www.hipo-tesis.eu/numero_hipo_j.html
For more information: http://www.hipo-tesis.eu/numero_hipo_j.html
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